Por Silvana Melo
En el feroz verano de Miramar cinco hombres comunes, de alojamientos sociales, jóvenes y deportistas, plantaron bandera en el cuerpo de una niña de catorce. La invadieron, la saquearon, la ocuparon. Apenas bajado el año del tren. Y no la pudo ver, el año incipiente. Recién la encontró su familia porque ni la policía la vio.
